NotiImpuestos

Del papel al píxel: el rol del abogado(a) júnior en la época de la inteligencia artificial

Recientemente, tuve la oportunidad de participar como panelista en el evento Del papel al píxel, organizado por la Cámara de Servicios Legales de la Andi. Conversamos sobre un tema tan necesario como urgente: ¿cómo deben transformarse las firmas en Colombia para adaptarse a las nuevas tecnologías? Más allá del entusiasmo por los avances tecnológicos, una de las profundas preguntas que subyace es cómo redefinir el talento legal en este nuevo escenario. En particular, debemos reflexionar sobre el rol del abogado y la abogada júnior.

Durante años, el abogado(a) júnior ha sido sinónimo de tareas repetitivas, como, por ejemplo, la revisión de documentos, la transcripción de reuniones o la elaboración de síntesis de fuentes jurídicas. Labores, además, desmotivantes para las nuevas generaciones. Hoy, con las herramientas de la inteligencia artificial (IA), capaces de procesar, clasificar y producir borradores jurídicos con eficiencia sorprendente, este modelo tambalea. Ya no basta con aprender a replicar mecánicamente procesos, pues lo esencial, ahora, es migrar hacia una hermenéutica crítica, interdisciplinar, colaborativa y estratégica.

La irrupción de la IA nos ofrece una oportunidad única para replantear el perfil profesional que queremos formar. En vez de temerle a la automatización, deberíamos verla como una oportunidad para formar juristas más críticos, más analíticos, más estratégicos. Abogados y abogadas que interpreten y no solo repitan; que redacten con intención y no solo con precisión, y que tomen decisiones fundamentadas, con sensibilidad jurídica, interdisciplinar, social y ética. Labores que, siempre, generen mayor valor e interés para los jóvenes.

El jurista júnior debe estar preparado para convivir y colaborar con la tecnología. No como un usuario pasivo, sino como un profesional que comprende cómo funciona un sistema de IA, sabe validar y auditar sus resultados, reconoce sus sesgos, cuestiona éticamente y limita sus alcances. No se trata de sustituir el criterio profesional, sino de potenciarlo. Y para ello, hay que formarlos en competencias más cercanas a la esencia del ser humano: pensamiento crítico, argumentación estructurada, hermenéutica jurídica estratégica, sensibilidad social y toma de decisiones basadas tanto en datos como en principios.

Este cambio de paradigma no puede darse sin acompañamiento. Para lograrlo, es imprescindible consolidar programas sólidos de mentoría. La asignación temprana de responsabilidades reales, pero supervisadas, permite que el abogado y la abogada júnior participe activamente en la toma de decisiones jurídicas, se involucre con el cliente y se exponga a contextos complejos, pero bajo el cuidado formativo de un mentor o mentora.  Deben diseñarse programas sólidos de acompañamiento entre abogados(as) sénior y júnior, con retroalimentación continua y modelos de formación basados en proyectos.

También es clave abandonar la lógica de la hiper especialización. Las rotaciones funcionales e interdisciplinarias, incluso dentro de una misma firma, permiten que el abogado y la abogada en formación conozca áreas corporativas, tributarias, operacionales, de cumplimiento normativo y gestión de riesgos, entre otras. Esto no solo amplía su visión del ecosistema jurídico, sino que fortalece su capacidad para innovar y adaptarse.

Por ello, las firman deben abrir espacios donde los abogados y las abogadas júnior participen en proyectos de innovación legal. Allí pueden poner en juego su creatividad, proponer soluciones disruptivas y, sobre todo, aprender haciendo. Esta exposición temprana a los desafíos reales del cliente y del entorno empresarial fortalece una comprensión estratégica del Derecho que no se logra desde el trabajo individual, exclusivamente de escritorio. Es fundamental la interacción dialógica.

Desde la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes, esta apuesta es estructural. Nuestro nuevo pénsum de pregrado refleja este enfoque de transformación basado en la experiencia y el desarrollo de competencias. El aprendizaje experiencial, a través de proyectos reales, simulaciones y clínicas, es la esencia de nuestro modelo pedagógico.  Así mismo, la formación por competencias, que busca el desarrollo integral del ser (ética y ciudadanía), el saber (conocimiento jurídico) y el saber hacer (capacidad para aplicar ese conocimiento en contextos reales), es nuestro compromiso. Queremos abogados y abogadas que no solo sepan el Derecho, sino que comprendan su rol en la transformación social del país.

En este contexto de transformación, los dueños y las dueñas de las firmas deben cambiar.  Es necesario pasar del papel al píxel, pero también evolucionar de una cultura de jerarquías y facturación de horas a una de formación por proyectos y constante acompañamiento para el aprendizaje y aporte. Solo así podremos estar a la altura de los grandes retos globales que enfrenta nuestra profesión y captar el interés de nuestros jóvenes.

Columna publicada en: https://www.ambitojuridico.com/noticias/actualidad/del-papel-al-pixel-el-rol-del-abogadoa-junior-en-la-epoca-de-la-inteligencia

Otros artículos

El jurista júnior debe estar preparado para convivir y colaborar con la tecnología como un profesional que comprende cómo funciona un sistema de IA.
Los líderes deben tener en cuenta que cualquier anuncio, propuesta o decisión impacta inmediatamente la economía, generando crisis como las que hemos venido viviendo en los últimos días.
Requerimos urgentemente renovar los liderazgos, así como fortalecer nuestra participación, para de esa manera defender nuestra democracia